Casi cuarenta y cinco años después, se ha hecho justicia. Ocho ex militares chilenos han sido condenados a 18 años de cárcel por el asesinato del cantautor y director de teatro chileno Víctor Jara.
Asalto al Palacio de la Moneda. Golpe de Estado de Pinochet contra Salvador Allende en septiembre de 1973 en Chile. Los 600 académicos, estudiantes y funcionarios de la Universidad Técnica del Estado (UTE) entrando lentamente con las manos en la nuca en el Estadio Chile. Aquel militar de gafas oscuras.
Víctor Jara cantando «Te recuerdo Amanda, la calle mojada, corriendo a la fábrica donde trabajaba Manuel». Una historia de dos obreros que se aman. Amanda en busca de Manuel «que nunca hizo daño, que partió a la sierra. Muchos no volvieron, tampoco Manuel». Víctor Jara no sabía cuando cantaba que él iba a ser el protagonista de su propia canción, asesinado cruelmente y desaparecido sólo porque componía canciones que molestaban.
Víctor Jara es a Chile como García Lorca, a España. Alguna vez he oído el comentario de que hacían más daño con la pluma que otros con las armas. Tal vez la palabra era su única arma. «Yo soy un trabajador de la música, no soy un artista -decía Jara-. El pueblo y el tiempo dirán si yo soy artista. Yo, en este momento, soy un trabajador. Y un trabajador que está ubicado con conciencia muy definida».
Víctor Jara aguantando estoicamente siempre con la sonrisa en los labios, lo que crispaba más los nervios al oficial, conocido como El Príncipe. El apodo le venía como anillo al dedo: «El fin justifica los medios» que diría Maquiavelo. Ningún ser humano justifica esa muerte tan cruenta. «La cabeza del pobre es rematada por cuervos con garra de oro -como diría Jara- como lo ha crucificado la furia del poder».
La historia de una guerra es la historia de todas las guerras. Todos tenemos en la memoria algún conocido o familiar desaparecido injustamente. Personas inocentes que por el simple hecho de estar en uno u otro bando fueron brutalmente asesinadas.
«El futuro no existe, el presente es mañana» -que diría Jara. Hay que vivir el presente sin dar la espalda al pasado. La historia sirve para que en el futuro no se repitan hechos tan viles como éste. Ningún ser humano merece la muerte.
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