POR FIN LLEGA LA DIÁLISIS A GUADALAJARA

Los pacientes que esperan un trasplante de riñón, ya no tendrán que desplazarse a Madrid para someterse a hemodiálisis, serán atendidos en Guadalajara.

El gobierno regional autoriza una inversión de más de 43,8 millones de euros para la contratación del servicio de hemodiálisis extrahospitalaria del Servicio de Salud de Castilla La Mancha (SESCAM) durante un periodo de cuatro años.

Nacho Hernando, portavoz del gobierno regional, ha anunciado que una de las principales novedades es la creación de un club de diálisis en Guadalajara, al que se incorporarán los 21 pacientes alcarreños.

Es una gran noticia. Mi primo Luis falleció allá por 1984, esperando un trasplante de riñón. A Paquirri lo mató un toro en Pozoblanco el 26 de septiembre y a mi primo, esta  cruel enfermedad el 4 de octubre del mismo año. Nunca se me olvidará. Yo tenía 16 años. Mi primo, 38. Dejaba esposa y tres hijos, la mayor, de 12 años y el menor de dos.

Tenía que ir dos o tres veces en semana  a la clínica  Ruber de Madrid conduciendo su propio coche para someterse a diálisis. Algunas veces, mi madre y yo, veníamos al pueblo con él. Aparcaba el coche en un descampado inmenso que había  al lado, en la calle Juan Bravo. Después de estar varias horas enchufado a una máquina, tenía que regresar conduciendo al pueblo.

Me acuerdo que se quedaba un rato sentado en su coche hasta que se le pasaba el mareo. Siempre llevaba en la guantera biscotes integrales. Venía picoteando  durante todo el camino. Seguía un régimen muy estricto y casi no podía beber líquido. Era muy guapo. Moreno y buen mozo, con el pelo rizado como su padre. Era una persona especial. A pesar de estar enfermo desde su juventud, nunca perdió su sentido del humor.

Como le dieron la invalidez para conducir el camión, abrió una pequeña tienda en el pueblo. Cuando yo tenía doce años, me quedaba con mi padre en verano que vivía sólo en el pueblo. Recuerdo que iba a comprar, me quedaba mirando los cajones de la fruta que tenía alrededor en el suelo y decía:

-A ver qué tienes por aquí.

-Mírala, parece una mujer mayor -le decía sonriendo a mi primo José Luis.

Cuando tenía quince años, llevaba pantalones de pitillo.

-¿Tú no llevas pantalones de campana como tu hermano? -me decía con esa ironía que le caracterizaba.

Si eso no hubiera sucedido hace más de treinta años, hubiera conocido a sus nietos.

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