Último domingo del mes de abril. Esta tarde luce el sol. El viento hace ondear las camisetas tendidas como banderas en las ventanas de enfrente de mi casa.
Qué alegría ver de nuevo niños en la calle. Desde hoy pueden salir a pasear con uno de sus progenitores, un kilómetro alrededor de su casa, durante una hora al día, de 9 de la mañana a 9 de la noche.
Los más pequeños van asustados. Será porque sus padres les habían dicho que no podían salir a la calle porque había un bicho muy malo que mataba a las personas. Que les habrán dicho ahora para convencerlos de que ya se puede salir: que el bicho ya no es tan malo o que sólo hay bichos pequeñitos y hay que tener precaución. El cerebro de los niños no está preparado para procesar esta información.
Un señor que hace cola en la farmacia detrás de mí, les dice a unos niños que pasan de la mano de su padre:
-Qué serios vais.
-Tienen miedo -contesta su padre.
-Tenemos miedo los mayores, como no van a tener miedo ellos -le dice el señor.
Empieza la desescalada. Irá poco a poco, será progresivo, por edades y etapas.
Pero, ¿no era confinamiento?
Entonces, empezará el desconfinamiento. Me imagino con un arnés bajando de la cima de la montaña.
La desescalada empezará por los más vulnerables. Los más afectados por la pandemia. Hoy, los niños. Los próximos serán los mayores.
A partir del sábado 2 de mayo, podremos salir a pasear o hacer deporte.
Poco a poco, vamos volviendo a la normalidad. Pero, Salvador Illa, ministro de Sanidad dice que no va a ser una normalidad como la que conocíamos hasta ahora. Imprescindible seguir con las medidas de protección, como guardar la distancia de seguridad, lavarse las manos.
Ya no habrá conciertos de música ni discotecas masificadas a lo que estábamos acostumbrados la generación de los ochenta. Ni estadios de fútbol llenos, ni manifestaciones. Los bares y restaurantes ya no serán lo mismo. Ahora, viviremos separados por una mampara.
Durante este mes de abril, no ha habido procesiones de Semana Santa, por primera vez desde la República. En Sevilla, no se han encendido las luces del Real, los sevillanos han celebrado la feria de abril desde los balcones. No ha faltado el fino y el pescaíto pero no es lo mismo. Los españoles,como pueblo mediterráneo, somos muy de calle.
En el mes de mayo no se celebrarán las cruces de Mayo, ni San Isidro, patrón de Madrid. Tan sólo podremos hacer un regalo a nuestras madres, ya que el primer fin de semana es el día de la madre. No habrá hogueras de San Juan. Ni San Fermines ni fiestas patronales en los pueblos este verano.
No creo en supersticiones pero, dicen que los años bisiestos dan mala suerte. El 2020 ha traído esta pandemia que se está cebando especialmente con nuestros mayores.
El año en que mi tío Paco, de la quinta del biberón, cumpliría 100 años. Los llamaron así porque fueron al frente durante la guerra civil española antes de cumplir los dieciocho años. Quedan pocos que puedan contarlo. Más de la mitad murieron en el frente y otros han fallecido ya de mayores. Fue la generación de la juventud perdida. Algunos de los pocos supervivientes, han sobrevivido también al coronavirus.
Hacía el final de la guerra civil, 27.000 muchachos, nacidos en 1920, fueron llamados a filas. Víctor Amela ha recopilado en su libro «Nos robaron la juventud» el valioso testimonio de veinticinco supervivientes y ha reconstruido la memoria de esos muchachos. Unos fallecieron en el campo de batalla, otros fueron encarcelados o debieron cumplir un largo servicio militar. Algunos siguieron luchando en la Segunda Guerra Mundial.
A los que no quieran leer o no puedan comprar el libro, les invito a que lean la historia de mi tío Paco.

