China ha despertado de su letargo, comienza una nueva era. Por eso he titulado este libro de crónicas de mis seis años como corresponsal de Asia-Pacífico para RTVE Bajo la mirada del dragón despierto -señala Mavi Doñate en la presentación de su libro en la librería el Trotajueves en Carabanchel el pasado jueves 25 de abril.
Había algo raro, una especie de enfermedad, neumonía en la provincia de Hubei, cuya capital es Wuhan, donde la gente estaba enfermando. En seguida, vieron una alarma de que algo grave podía pasar. Empecé a tomar notas.
A pesar de esas noticias, el gobierno central afirmaba que no pasaba nada en el resto del país, que era algo muy localizado en Wuhan. Llegaban las vacaciones del Año Nuevo (Cuando se dice Año Nuevo Chino, es Año Nuevo Lunar, porque se rigen por la luna y no por el sol). En esas fechas se produce el mayor éxodo de ciudadanos chinos. Estamos hablando de 30 millones de desplazamientos. Trenes abarrotados. Incluso gente que sale del país, que tiene familia en España u otros países de Europa. Es la época de vacaciones.
Ese día, el 20 de enero le pedí a mi compañera china, que es la que me buscaba los temas, que me reservara un tren que no fuera de alta velocidad. Un tren más antiguo que pasa por más pueblos, que va gente más humilde porque es un ambiente más auténtico. Nos subimos en aquel tren. Precisamente era el tren que iba a Wuhan . No llegamos hasta allí. Esos trenes van abarrotados de chinos de pie porque el billete es más barato. Viajes de 12 y 14 horas, con el pato laqueado, con los regalos que llevan a sus familias. Allí nadie llevaba mascarilla.
Ese mismo día, en el Palacio del Pueblo, que es el mayor edificio del gobierno, se celebraba una recepción con el gobierno chino, con el Ministro de Exteriores y diplomáticos de otros países, nadie llevaba mascarillas, se daban las manos. Li keqiang, que en aquella época era el Primer Ministro, no llevaba mascarilla. Una sensación de normalidad. De repente, los rumores que llegaban de Wuhan iban en aumento. Lo que provocó el golpe en la mesa del gobierno chino fue la foto de la agencia France-Presse de un muerto en la calle que dio la vuelta al mundo. El gobierno chino dio un puñetazo en la mesa y fue cuando se produjo el cierre de toda la provincia y también el confinamiento de toda la población de Wuhan, 21 millones de habitantes.
Las casas se cerraron. En las urbanizaciones, que no había puertas, se pusieron vallas. Se pusieron estructuras de plástico grande. Todo era muy distópico. En Pekín se recomendó no salir. Insisto, como los chinos tenían el recuerdo de la gripe aviar, las grandes avenidas se quedaron vacías. Me acuerdo de que en febrero cayó una gran nevada, la calle se tiñó con un manto blanco. Era la primera vez que en Pekín no olía a comida, los metros iban vacíos. No te llevaban las masas de gente porque hay calles pequeñitas que tienen mucha vida.
Aquellos días los chinos nos decían: forrad el micrófono, poneos la mascarilla. A mí me decían no vayas a la oficina, no salgas de casa. Ahí es cuando empecé a escribir las notas a modo de diario de lo que fueron aquellos días de la pandemia.
Me acuerdo de que se lo comenté a un amigo, me dijo: eso hay que moverlo. Yo tengo contactos. Lo movimos por tres editoriales y, al final, me decanté por Plaza & Janés porque los editores me parecieron muy normales y humanos. Me daban todas las facilidades a la hora de trabajar y escribir. Me pusieron fecha, pero no me tocaron ni una coma. Los editores me dijeron: La pandemia muy bien, pero lo que la gente quiere ver es qué es China. Me serví de personajes como mi profesora de chino, prototipo de mujer joven en una China en que las mujeres se empiezan a abrir paso; mi traductora, una mujer con mucha iniciativa. Una serie de personajes y de viajes: viajamos por Japón, Corea del Norte.
China es un país fascinante para un periodista. O te gusta o te horroriza. Cuando venía alguien a verme me decía: no me lo imaginaba así. Todo el mundo tiene la imagen de la China de los campos de arroz, de las bicicletas.
Vas a Pekín, a las grandes ciudades y son megaurbes que ya quisiera Nueva York. Ya quisiera Tokio. No voy a comparar Pekín con Tokio, pero ya quisieran muchas megaurbes del mundo occidental. Es un continente que esta emergiendo. Yo creo que el futuro va a pivotar no sobre Estados Unidos, sino sobre Asia. Y sobre todo, lo estamos viendo incluso con Rusia y China, esos modelos que se quieren imponer actualmente.
Me parecía una mezcla muy interesante: la tecnología de las grandes ciudades con el mundo rural más atrasado. Tenemos la imagen de la China de los años 50 0 60. Pueblos donde mantienen la foto de Mao Zedong en sus casas, que el Partido Comunista Chino les ha sacado de la miseria. Les han enseñado a formar cooperativas. Tiene también su cruz. Pero la parte buena es que en China ya nadie pasa hambre. La miseria no existe. Han sacado de ese hambre a 400 millones de personas.
La mujer está intentando hacerse un hueco en la igualdad; iglesia, religiones; movimientos LGTBI, la clase media, la política de hijo único que se abolió cuando yo llegué en 2015. Ahora hay una cosa muy curiosa, toda una generación de hijos únicos a los que les incentivan para no tener sólo dos hijos sino tres.
India es el país con más población del mundo. La población es un motor económico muy grande. Se han dado cuenta de que la población está envejeciendo lo que económicamente es perjudicial. En los años 80 pusieron la política de hijo único porque no había suficientes recursos. Pero ahora están abriendo la mano.
Un tema muy interesante que también cuento es la cantidad de población en China que no existe, no está inscrita. La gente que no podía pagar la multa tenía dos posibilidades: ir a prisión o abortar. Pero luego había gente que escondía a los hijos, no los podían inscribir porque eran ilegales. Actualmente, hay una generación de jóvenes de 30 años que no pueden ir al médico, no pueden estudiar porque no existen.
Contactamos con una chica que fue muy activa pidiendo que esto se solucionase. Quedamos con ella en su casa. La primera vez todo fue bien. La segunda vez no pudimos acceder a su domicilio porque ya estaba perimetrado. Esta es la dificultad de trabajar en China. No se entiende la libertad de expresión como en Occidente. Tener fuentes es una misión casi imposible porque están muy vigilados.
Todos los medios nacionales escriben al dictado del Partido Comunista Chino. En 2015 el presidente Xi Jimping cerró filas en torno a la presidencia. Cabe muy poco margen para todo aquello que no sea información propagandística.
Es un país que experimenta ciclos de apertura o de más cierre. Todo depende del exterior.
En 1989 Juan Restrepo, estaba en Tiananmén como corresponsal de RTVE. La matanza se produjo la noche del tres al cuatro de junio en la avenida Changan, no en la propia plaza. Fue una revuelta democrática de estudiantes. Nunca se supo el número de muertos que hubo. Metieron las cintas en un cargamento de té que se dirigía hacia Madrid.
Para tener relaciones sexuales había que pedir permiso al partido. Raro es la persona de 40 años que no tenga un padre o un abuelo que haya muerto de hambre.
Circula el relato de que Mao Zedong es el padre de la patria, de la Revolución Cultural. Se le valora mucho.
Reconocen que fue un error Tiananmén, ilegalizar Falung Gong y la Revolución Cultural. Lo que importa es el futuro, futuro, futuro.
Aunque la práctica gozó inicialmente de apoyo considerable por parte del gobierno chino, en 1999 el Partido Comunista Chino prohibió el movimiento Falung Gong, que es una mezcla de ejercicios de Chi Kung con meditación, porque lo veían como una amenaza potencial debido a su tamaño, independencia del Estado y enseñanzas espirituales.
Nadie reconocía que había habido muertos, asesinados, purgados. Mao es el fundador de la República Popular China, pero Deng Xiaoping es el que lanzó China. Gran aperturista, pero con sombras, como Tiananmen.

