FILOMENA A MI PESAR

Tal día como hoy, hace un año, nos visitó la Filomena a mi pesar. Mira que avisaron los meteorólogos pero nadie esperaba esa visita tan inesperada. Y, ¿Quién dijo ese refrán de «Año de nieves, año de bienes»? Porque menudo año. Una continuación del 2020. Y ya llevamos casi dos años de pandemia.

Llegó una nueva cepa de covid del Reino Unido. Una panda, que parecían sacados de una película de Vikingos, asaltaron el Capitolio pero, vamos a ser positivos. Llegaron las vacunas. La primera española en vacunarse fue una residente paisana mía, Araceli, de Guadalajara. Pusimos muchas esperanzas en que este era el principio del fin.

Pero ha llegado la variante Omicron y ya vamos por la sexta ola. En España hemos vivido una Navidad atípica. Haciendo colas en la farmacia para comprar un test de antígenos para poder cenar con la familia. Otros han optado por no reunirse. Ha surgido una nueva clase de antisistema que son los negacionistas que no quieren vacunarse. Y otros ya van por la tercera vacuna.

Cabalgatas de Reyes Magos con restricciones. Pero, pase lo que pase, ningún niño se queda sin recibir sus regalos. Tal vez el mejor regalo de la Navidad, sea ver las caras que ponen los pequeños de la casa al abrir los paquetes que han dejado sus majestades en sus balcones. Son los únicos que no han perdido dos palabras que empiezan por i: ilusión e inocencia.

Las uvas en la puerta del Sol con limitación de aforo. Pero no olvidemos que el año pasado nos las comimos viendo una Puerta del Sol vacía por televisión y Nacho Cano tocando su piano que más que una despedida de fin de año, parecía un funeral. De todas formas, me parece una insensatez que hayan permitido entrar a 7.000 personas. Pero como dijo el torero el Gallo cuando le presentaron a José Ortega y Gasset y le dijeron que era filósofo «Hay gente pa’ to».

Pero, bueno, yo estaba recordando la Filomena y me he dispersado. Trineos bajando por la Gran Vía como si fuéramos Papa Noel en Laponia. Muñecos de nieve en cada calle. Guerras de bolas. Los mayores nos convertimos en niños por un día.

No estábamos preparados para esto. Nadie tenía una pala en su casa, ni calzado adecuado para andar por la nieve.

Pero se pasó la novedad y vino lo peor. La máquina quitanieves no llegó a mi calle hasta una semana después. Los suministros de alimentos no llegaban a los supermercados porque los camiones no podían circular. El domingo salí a dar una vuelta por el barrio. Parecía Odisea 2021 en busca de la barra de pan. No había ninguna panadería abierta. De repente, encontré un obrador en la avenida de Oporto. Imposible conseguir pan. La cola daba la vuelta a la manzana.

No sabemos lo que es pasar hambre y dificultades pero, si mi madre levantara la cabeza, diría: No habéis vivido la guerra pero os está tocando vivir unas cosas.

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